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Discursos

DOS MIEMBROS HONORARIOS

Dr. J. J. Villamizar Molina

(Individuo de Número)

Discurso pronunciado en la Academia de la Historia del Táchira con motivo de recibir como Miembros Honorarios a los doctores Francisco Ramírez Espejo y Hugo Murzi Matamoros

Miércoles 24 de septiembre de 2.005


Difícil misión a cumplir el día de hoy es obedecer la orden impartida por la erudita Academia de Historia del Táchira en ocasión de dirigir la palabra de recepción a dos distinguidos ciudadanos tachirenses en el momento de su incorporación a la Academia con el carácter de Miembros Honorarios. Son ellos los doctores Francisco Ramírez Espejo y Hugo Murzi Matamoros. La misión es difícil de cumplir tanto por la categoría de la Institución que ha impartido el mandato, como por la densidad humana e intelectual de los dos personajes recipiendarios. Nos obstante, el gran respeto que profeso a la Academia como los nexos de admiración y amistad que me unen a los dos personajes hacen que sin vacilaciones cumpla yo con el cometido dentro del marco de mis posibilidades

Doctor Francisco Ramírez Espejo

Es el sancristobalense que más conoce de la historia de ciudad natal durante el Siglo XX. Su mente y su palabra son como libros formados por numerosos y amarillentos infolios en los que se puede revisar cuanto ha ocurrido en la ciudad durante este lapso. Allí encuentra el investigador y contertulio cuáles han sido los sucesos más resaltantes o dignos de mención, cuáles han sido los personajes vivientes y atractivos de la Villa como el interesante Alfredo Murillo, quien tenía un toldo en la puerta sur del Mercado Cubierto y cuyo deseo más ambicioso era el de construir un gran desarrollo en el hoyo que mostraba la quebrada al pasar bajouj el Puente Niquitao. Y allí también conoce el interlocutor cuáles son los análisis que hace de estos hechos el juicio de la historia. Cuando este Cronista, agobiado por el peso de las desinformaciones, de las ambigüedades, de hechos que ocasionen confusión o por dudas que no se pueden escribir, siempre ha encontrado en el doctor Francisco Ramírez Espejo la fuente clara de la verdad histórica, útil rápida y verazmente informativa.

Nació nuestro Miembro Honorario en San Cristóbal el 22 de febrero de 1919, época en que la ciudad se debatía entre el mandato autoritario del general Eustoquio Gómez y los anhelos frustrados casi siempre de la liberación que no llegaba y que tenían su expresión más notorias en las invasiones del general Juan Pablo Peñaloza. Fueron sus padres don Ismael N. Ramírez y doña Ernestina Espejo de Ramírez. Don Ismael fue uno de los hombres más querendosos de la capital tachirense. residenciado primero en el importantísimo sector de la Ermita y luego en el centro de la ciudad. Fue un testigo fidedigno de los aconteceres de la urbe. Desde sus años mozos simpatizó decididamente con la causa de la Revolución Liberal Restauradora, de la que daba precisos e importantes detalles, siendo el primer sancristobalense en llegar cada 23 de mayo a Capacho para celebrar el aniversario de la gesta de Cipriano Castro Instalado como próspero comerciante en el corazón de la ciudad, primero en la esquina noroeste del Mercado Cubierto, la esquina de Querubín Monsalve y, luego, exactamente en el lugar donde hoy se abre el Estacionamiento del Centro Cívico con su conocidísimo negocio “El Gallo de Oro”, don Ismael N. Ramírez era uno de los grandes señores de las primeras décadas del siglo XX que podía dar un relato fidedigno de los personajes y hechos de la San Cristóbal de entonces. Un recuerdo pasa por mi mente a este respecto. Designado este Cronista por el Colegio de Médicos del Estado Táchira para hacer el elogio del doctor Francisco Ramírez Espejo el 16 de octubre de 1991 con motivo de sus Bodas de Oro Profesionales, las memorias conocidas por su digno hijo hoy recipiendario, me sugirieron hacer un paseo retrospectivo por los cuatro costado del Mercado Cubierto el año 1932. El respetable anciano iba instruyendo al Cronista puerta por puerta del cuadrilátero histórico sobre cada uno de los dueños de negocios del Mercado,sobre sus personalidades, características y sobre sus hechos anecdóticos. Era una manera de describir la San Cristóbal de los años en que entró a la capital en mayo de 1931, por la Carrera seis de Bolívar y por el frente de la Casa Steinvorth el ilustre general Juan Pablo Peñaloza.

Fue la madre del homenajeado de esta Academia la señora doña Ernestina Espejo de Ramírez. Su apellido nos habla de que ella fue tía materna del Ilustrísimo Monseñor Doctor Carlos Sánchez Espejo. Doña Ernestina fue una dama augusta y muy respetable. Tuvo la gentileza de ofrecer el Cronista muchas entrevistas e informarle sobre hechos tan históricos como fue la celebración en San Cristóbal del Centenario de la Independencia asi como de la estructura y estampa de la Plaza de la Ermita en los años noventa. Había sido alumna muy aprovechada del Colegio”Corazón de Jesús” que regentó en San Cristóbal durante la última década del siglo XIX la respetadísima educadora doña Amalia Serrano de Vargas, profesora en cuyas aulas se formaron las jóvenes más distinguidas y aspirantes de aquel entonces como la señorita Regina Mujica, más tarde señora de Velásquez, quien formaría prácticamente todas las maestras del Táchira durante las tres primeras décadas de la centuria..Doña Amalia Serrano de Vargas procedía de la Nueva Granda, y había sido educada en un afamado colegio de profesores y educadoras alemanes que el Gobierno de Colombia había contratado para implantar las modernas enseñanzas en la ciudad de Bogotá.

El primer maestro que tuvo Francisco Ramírez Espejo fue el profesor Caracciolo Lamus, un educador merideño que le daba lecciones en la casa. Fue este profesor el primer maestro de violín del afamado músico Miguel Angel Espinel. Posteriormente Francisco fue enviado a la Escuela Federal Graduada Villafañe de la calle 9 en el conocido barrio Bella Vista. Quinto y Sexto Grado, así como todos sus estudios de Bachillerato fueron realizados en el Liceo Simón Bolívar. De1935 a 1938 cursó sus primeros estudios de Medicina en la Universidad de los Andes en Mérida. Los últimos tres años los estudió en la Universidad Central de Venezuela para graduarse el 16 de octubre de 1961. Su Tesis Doctoral fue”Tratamiento Ortopédico de secuelas de poliomielitis anterior aguda.

Dos pesares hay en la vida del doctor Francisco Ramírez Espejo. Uno fue la muerte accidental en los llanos de Venezuela, exactamente en Orichuna, de su hermano el Teniente de Aviación Ignacio Ramírez.. El otro es la muerte de su hermano, el Br. Jorge Ramírez, estudiante de cuarto año de Medicina, que murió en Caracas atropellado por un carro en 1946.

El doctor Francisco Ramírez Espejo está casado con doña Alicia Ramírez de Ramírez, hija del doctor Florencio Ramírez y doña Herminia López de Ramírez. El doctor Florencio Ramírez ha sido uno de los intelectuales más ilustres de la ciudad de Mérida. Fue gran jurista, esclarecido Rector de la Universidad de los Andes y Miembro de la Corte Suprema de Justicia.

Tal es, a grandes rasgos, la vida y la obra del doctor Francisco Ramírez Espejo, a quien hoy la Academia de Historia del Estado Táchira abre sus puertas y le recibe como Miembro Honorario.

Doctor Hugo Murzi Matamoros

Para hablar de este tachirense ilustre por mil títulos, tengo que invocar a los más inspiradores manes de la historia, la medicina y el arte.

Nació Hugo Muzi Matamoros el año 1920 en la ciudad de San Antonio del Táchira, siendo hijo de don José Murzi Galvis y doña Belén Matamoros Ramírez. Su itinerario de estudios está marcado por las ciudades de Maracaibo, Mérida y Caracas, donde alcanzó el título de Doctor en Ciencias Médicas. Su ruta de galeno lo marcaron La Azulita del Estado Mérida donde fue Médico Rural durante un año; la Grita donde también fue Médico Rural en el bienio 1946 y 1947 y la ciudad de Caracas. Allí realizó su especialización en neumotisiología durante los años 1947 y 1948. Ya especializado se vino a San Cristóbal al afamado Hospital Vargas, donde fue Médico Interno durante un año y luego Adjunto y Jefe de Servicio de Radiología. Así pasó al Hospital Central cuando se abrió este centro en 1958. Seguidamente viajó a los Estados Unidos de Norte América donde continuó estudios en el Massachussets General Hospital de donde regresó a su amada ciudad de San Cristóbal para consagrarse al servicio con constancia y abnegación excepcionales tanto en el Hospital Central, como en el Sanatorio Antituberculoso y en el ejercicio privado. En el Hospital Central su labor ha sido sobresaliente. Ya en el campo de la prestación de Servicios, ya en la práctica de la radiología, ya en la docencia universitaria, pues fue profesor de neumotisiología en la Escuela de Medicina de la Extensión Táchira de la Universidad de los Andes durante treinta años. Aunque radiólogo y neumonólogo consumado, el doctor Hugo Murzi Matamoros ha sido un gran internista y la estela que ha dejado en todos estos campos de la medicina ha sido radiosa. Pertenece a ese grupo de hombres que se constituyen en maestros y forman discípulos en los cuales se perduran.. Las sesiones anátomo clínicas tanto del Hospital Vargas como del Hospital Central mantenidas durante muchos años dan razón de ello. Con mucho acierto las autoridades hospitalarias han bautizado recientemente el Auditorio del Hospital Central con el nombre de Auditorio Doctor Hugo Murzi. Su labor en el Sanatorio Antituberculoso ha sido singular, pues representa cuarenta años de interrumpida labor. La Sociedad Venezolana de Tisiología y Neumonología reconoció este gran aporte a la ciencia y lo nombró al Doctor Hugo Murzi Matamoros su Presidente para uno de sus lapsos. La misma labor de cuarenta años ha mantenido en el Sanatorio Antituberculoso.

Su amor a la ciudad lo llevó a ser Concejal por el Distrito San Cristóbal en los años setenta del siglo XIX, habiendo desempeñado brillantemente la Vicepresidencia de la Municipalidad.

El doctor Hugo Murzi Matamoros es miembro de la Academia de Mérida desde hace más de un lustro. Para incorporarse a esta docta institución que engloba todas las especialidades del saber, presentó el trabajo “Merideños en el Táchira y Tachirenses en Mérida” Es además nuestro homenajeado Miembro Correspondiente por el Estado Táchira de la Academia Nacional de Medicina e Individuo de Número de la Academia de Medicina del Estado Táchira. De este último organismo fue miembro fundador y ha sido durante cuatro años Presidente.

Entre sus libros escritos están “De Medicina, Médicos y Etica” (San Cristóbal, Imprenta Oficial del Estado Táchira, 254 pg.) y “Piedra Sobre Piedra”,N ° 133 de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, con prólogo del doctor Humberto Ocariz, que contiene notas periodísticas de un médico, pues el doctor Hugo Murzi Matamoros como columnista de prensa, mantuvo una columna periodística en Diario la Nación de San Cristóbal durante cuarenta años.

Como Orador El Miembro Honorario que hoy se recibe ha ocupado distinguidas y honoríficas tribunas del Táchira. Entre sus discursos más aplaudidos están el Discurso de Orden en las Bodas de Plata del Hospital Central; el Discurso pronunciado en el Colegio de Médicos del Estado Táchira, en solemne Acto Académico, para celebrar los cincuenta años de vida profesional del doctor Francisco Romero Lobo; el discurso pronunciado en solemne acto universitario, cuando sus alumnos de medicina le eligieron Padrino de su Promoción; el Discurso de Orden pronunciado en el Auditorio del Hospital Central, en sentido acto cebrado en ocasión de la muerte del doctor Roberto Villasmil y el Discurso de Elogio al Ilustrísimo Monseñor Doctor Carlos Sánchez Espejo, pronunciado en el Palacio Episcopal de San Cristóbal en el acto de inauguración del Archivo Diocesano que lleva el nombre del esclarecido prelado

Esta semblanza está matizada con sonoros arpegios y sentidas vocalizaciones, pues también el doctor Hugo Murzi Matamoros ha querido cantar melodiosa y poéticamente a la ciudad, siendo sus composiciones e interpretaciones muy bien recibidas por el público..

La primera esposa del doctor Hugo Murzi Matamoros fue la distinguida dama de la sociedad sancristobalense Carmen Josefina Colmenares Murillo, hija de don Jesús Antonio Colmenares Fossi y doña Ana Murillo Vivas, dama que fue hija del general Pedro Murillo, hombre de muy destacada actuación histórica en el Táchira y en Caracas, y fundador del Club Táchira de San Cristóbal. En doña Carmen el doctor Murzi Matamoros procreó cuatro hijos.

La segunda esposa es la dignísima señora Aura Elena Porras de Murzi, una de las grandes preseas de la ciudad de San Cristóbal por su cultura y gentiles virtudes. Con ella ha procreado dos hijos.

Esta es la semblanza del nuevo Miembro Honorario de la Academia de Historia del Táchira .Semblanza que engalana y dignifica a la insigne y erudita Institución. .

ERNESTO SANTANDER

Al agasajar esta mañana la Academia al Dr. Ernesto Santander por las seis décadas cumplidas brillantemente como profesional de la medicina surge este galñeno y filósofo a la vanguardia de grandes acontecimientos. El es auténtico exponente de Las Nuevas Riquezas de las Naciones. Porque desde el comienzo asimiló lo que el Táchira entonces era capaz de ofrecer y de alcanzar cuando desempeñó en Caracas la Presidencia estudiantil universitaria del Grupo Uribante. Pensó que su tierra debía madurar y destacarse y, para ello, tener su propia Universidad. Porque una de sus aspiraciones ha sido el desarrollo de la ciencia y de la filosofía educativa y, en este contexto, su mayor aspiración ha sido la grandeza de su patria y la grandeza de América. Cuatro de sus libros: “Proyecto de América 2.010”, “Homo América”, “Tiempo de América”, y “Destino de América” representan su original pensamiento sobre nuestra América y su papel en estos tiempos de tremendos cambios e incesantes revoluciones científicas. Ese sueño le acompañó gran parte de su vida hasta que su tesón triunfó en la ideación de la Universidad Nacional Experimental del Táchira, de la cual ha sido uno de los padres, amparándola como maestro y asesor. Desde el punto de vista estrictamente médico, se presenta el doctor Ernesto Santander como el fundador de la urología y la docencia universitaria en esta especialidad en nuestro medio tachirense. Su acción ha sido ardua, firme, segura y eficiente. Como artífice de brillantes encuentros científicos nacionales e internacionales ha honrado el Hospital Central de San Cristóbal dignificando su tierra natal. Propia ha sido esta actividad médica de quien se había formado en la Universidad de Buenos Aires, en París, Barcelona, Berna y Madrid. Realizado en el campo médico, se enrumbó Ernesto Santander al camino diplomático. Primero fue Suiza, pero luego se marchó como embajador a la república Argentina que le es tierra de hondos afectos familiares y culturales; en un tercer paso orientó su carrera diplomática hacia el Reino de España, donde estrechó con orgullo la mano del rey Juan Carlos y entabló cordial amistad con el presidente Felipe González. En fin, llegó como Embajador de Venezuela al País del Sol Naciente, al milenario Imperio del Japón donde, desde su entrevista con el Emperador, hasta el último día de su misión asimiló el inmenso caudal de enseñanzas que podía ofrecerle aquel erudito Imperio de la ciencia, la tecnología y el poder mundial. Allí se propuso retribuir con las decididas aportaciones que podía ofrecer Venezuela en un lugar de tanta representatividad mundial.

En este sendero diplomático el doctor Ernesto Santander fue haciendo la cuidadosa disección de la faz y acciones de los diversos países del mundo y fue introyectando en su mente el poder y la acción del hombre, su capacidad, sus potencialidades y su comportamiento. Fue cuando descubrió que así como el conjunto de naciones del mundo tiene su nervio impulsor en cada una de sus regiones haciendo posible la interrelación entre todas, del mismo modo, el más maravilloso y potente de los universos que es el hombre, tiene su nervio impulsor y su motor en la mente y en los misterios casi insondables del cerebro del homo sapiens. ¿ Por qué no sondear en este océano que es, paradójicamente tan minúsculo, pero que contiene los inmensos arcanos de las más trascendentales evidencias? El hombre es la obra más portentosa del creador y el cerebro es el órgano e instrumento más enigmáticamente maravilloso del hombre. Porque el cerebro nos plantea la gran tarea humana, la suprema obra del hombre para el hombre, la tarea de ascender hacia nuestra completitud, hacia la búsqueda de la plenitud humana. El doctor Santander hace este estudio porque se ha dado cuanta que el mundo permanece imperfecto, ya que no ha perfeccionado al único ser capacitado para perfeccionarlo como es el hombre. Si esto es posible – postula él - llegaremos a la etapa auténtica de universalización de la paz, del amor y de la justicia, según los mandamientos de Cristo, de Buda y de Mahoma. Es entonces cuando Santander descubre que la neurología ha estado anclada en lo más íntimo de su naturaleza, esperando ser despertada por su estudioso impulso. Decididamente se entrega a la neurología. El estudio de los tres cerebros le apasiona. Los diseca en su estructura íntima y los pone a funcionar con sus facultades peculiares. Ve los resultados en el comportamiento de cada hemisferio y de cada nivel encefálico, de cada área cortical. Escribe libros tan fascinantes como Los Tres Cerebros y Viaje por el Mundo de la Mente. No se olvida el científico de Venezuela, y aplica estas investigaciones a la realidad y potencialidades de su patria, cuya completitud, en múltiples aspectos debe coronarse el año 2010, Bicentenario de la Independencia. Porque el estudio le ha hecho saber que Venezuela con la riqueza del cerebro de sus hombres, es decir, con su inteligencia, tiene un gran destino. Viaje por el Mundo de la Mente es una gran obra. En juicio de Ramón J. Velásquez este ensayo es la culminación de la obra científica de Ernesto Santander al entrelazar los tres cerebros, las tres mentes, los tres tipos de inteligencia y proyectos inteligentes. Este libro es indiscutiblemente la gran obra de Santander.

Recientemente Ernesto Santander ha coondensado sus estudios neurofilosóficos en un gran libro “Travesía Rejuvenecedora” (Cerebral, Mental, Espiritual)

Pero nuestro Académico no se detiene aquí. En la hora alucinante de la medicina, con todos sus descubrimientos y audacias, a los cuales se ha entregado con pasión, el doctor Ernesto Santander se sitúa - después de haber asistido a la ontogénesis humana y a la ontogénesis social - en la encrucijada de las ciencias. Allí vislumbra el sendero más insinuante, el sendero de la completititud, el sendero de la filosofía. Porque al final del camino que acaba de transitar, se le aparece San Isidoro de Sevilla y le dice que la medicina se llama segunda filosofía; pues una y otra ciencia se ocupan del hombre entero, porque la medicina cura el cuerpo, mientras la filosofía cura el alma. Porque el filósofo es el pensador científico. Su experiencia diplomática le dice que el pensador y escritor no es el hombre de una nación: el filósofo pertenece a todos los países; a sus ojos no hay límites, no hay términos divisorios; la humanidad es y debe ser para él una gran familia. Se ha convencido que la filosofía es la aspiración del alma hacia la sabiduría y en esta aspiración estriba la virtud. Ya dijo Pitágoras que la filosofía es un apetito de sabiduría divina, el anhelo de asemejarse a Dios en cuanto al hombre le es posible. Así, en esta forma, tenemos un filósofo en estos sesenta años de vida médica, como lo quiso y soñó Carlos Rangel Lamus cuando trataba de interpretar cómo hablaba Zaratrustra; un filósofo en la ciudad de San Cristóbal y un científico, un neurólogo filósofo en nuestra academia. De ello nos regocijamos en este homenaje.

Al agasajar esta mañana al doctor Ernesto Santander, presenta la Academia sus respetos y felicitaciones a su esposa, doña María Luisa Martini de Santander que siempre ha estado a su lado inspirándole, colaborando amorosamente en todas sus empresas y acompañándole por los distintos países del mundo por donde el distinguido galeno que hoy cumple sesenta años de vida profesional ha enrumbado sus ideales y su sabiduría.