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Discursos


OCHENTA AÑOS DE SUCESOS MEMORABLES

J. J. Villamizar Molina (Individuo de número)

Discurso pronunciado en la Academia de Historia del Táchira el Domingo 24 de Julio de 2.005 para celebrar tres grandes acontecimientos en la historia del regional.
Con la venia de nuestro Padre, el Libertador Simón Bolívar, hoy día en que se conmemora el aniversario de su nacimiento, ocho décadas se cumplen de sucesos memorables en la vida del Táchira. Hechos de los más notables en nuestro transcurrir histórico Estamos celebrando ochenta años del fin de una época tenebrosa y llena de desgracias y aflicciones para nuestros antepasados; conmemoramos la exaltación de la libertad, el canto de la alegría y del júbilo de volver al suelo amado después de un penoso y desgraciado destierro y la alegría por el progreso, la modernidad y la sumación de nuestra tierra al conglomerado geográfico de Venezuela y el mundo con la inauguración de la Carretera Trasandina.
“Has sido condenado al destierro –se lamenta Epitecto-.Pero ¿hay algún sitio fuera del mundo a dónde se me pueda enviar? Por doquiera que vaya ¿ no hallaré cielo, sol, luna y estrellas? ¿ No tendré sueños y augurios? ¿No tendré comercio con los dioses? Como pájaro alejado de su nido, así es el hombre lejos de su lugar, reza la Biblia. Un grupo numeroso de hijos del Táchira, veinte mil al final de los once años del cruel e impositivo mandato del general Eustoquio Gómez sufrió la amargura y los sinsabores del destierro. Del fin de esta horrible pesadilla se cumplen hoy ochenta años. La Academia de Historia tiene que reunirse este día para conmemorar esta fecha tan digna de recordación.
Celebramos el fin de una época tenebrosa. El fin del mandato de Eustaquio Gómez, el período más doloroso, lleno de abominables ignominias, de lágrimas y de oprobiosa opresión que recuerde el Táchira. Con él celebramos, igualmente, el regreso de los exiliados, la libertad de los presos y la inauguración de la Carretera Trasandina.

LA IDA DE DON EUSTOQUIO

Pareciera que la umbrosa noche del terror del gobierno de Eustoquio Gómez no tuviera fin. Había llegado a San Cristóbal un mes de agosto de 1911 como Jefe Militar del Táchira, pero se había afianzado de tal manera en el poder como Presidente del Estado y había logrado hacer obras materiales tan sorprendentes –como ejecutan la mayoría de los dictadores – que daba la impresión de ser perdurable en su mandato.
Eso implicaba que parecía ser eterna la afrenta de verse pisoteada la familia tachirense; eterno el rigor vergonzoso de las cárceles, las injusticias represivas y la época del terror. El general Régulo Olivares presentó en 1911 ante el Presidente de la República su renuncia como Presidente del Táchira y se asiló, porque telegrafió al Benemérito que él no podía ser Presidente en un Estado donde Eustaquio Gómez, un criminal, fuera Jefe de Armas. Recordaba así el asesinato del general y doctor Luis María Mata Ilas, Gobernador del Distrito Federal bochornosamente ultimado en Puente Hierro y las horrendas masacres que había ocasionado Eustoquio como Jefe de la prisión Castillo San Carlos del Zulia durante los años 1909 y 1910 inmediatamente anteriores a su arribo a San Cristóbal. El Táchira tembló al conocerse el nuevo nombramiento. ¿Podía esto ser cierto? ¿ Merecería esta tierra bien amada, la patria de tantos hombres dignos, honestos y laboriosos semejante azote y humillación? ¿A qué tan espantoso castigo para esta pundonorosa y noble familia que había dado hijos tan amables y llenos de gentilicio?
Aquel agosto de 1911, Eustoquio, procedente de Estación Táchira, había cruzado por Pozos Azules, Palo Grande, Palmira y Táriba y debería pasar ahora por frente de la casa de la familia Jara, hoy Hotel Jardín en la Avenida Libertador. Los corredores de la casa formaban esquina en el cruce del Camino Real, hoy Avenida Libertador con lo que actualmente es la calle que sube a la urbanización Las Mercedes. Allí sobrevivían las hermanas Jara. Sobrevivían ante el régimen tiránico de Juan Vicente Gómez. Su hermano, Isidro Jara había sido asesinado cruelmente por Eustoquio en el Castillo San Carlos del Zulia. Había sido ultimado por Eustoquio durante la jefatura de éste en el Castillo en 1910. Isidro Jara había dejado una viuda joven, bella y elegante. Era una señora de reputada distinción, honradez y laboriosidad. Igualmente había dejado unas hijas también muy bellas. Aquella familia, verdaderamente atormentada, izó un pabellón negro enfrente de la casa, por donde tenía que entrar don Eustoquio a San Cristóbal. Muchos ciudadanos escribieron en las paredes de la capital del Táchira ese día: “Llegó la mano negra”. Pero ocurrió lo peor. El Jefe de Armas, la ”Mano Negra”, ascendió pronto al alto nivel de Presidente del Estado Táchira. En 1914 el general Pedro Murillo le entregó el poder ejecutivo. Desde entonces todas las desgracias y calamidades cayeron sobre la tierra de Juan Maldonado, Francisco de Cáceres y Pascual Casanova. . Valiéndose del poder y la tiranía el general Eustoquio llegó a ser omnipotente. Ningún Presidente del Táchira ha logrado ser más fuerte y omnímodo que Eustoquio Gómez.

La Gran Hegemonía

Pasando por alto todos sus desmanes y crueldades que definen a las claras una personalidad psicopática; sin hacer cita de su actuación durante las invasiones del general Juan Pablo Peñaloza; ignorando la represión que siguió al atentado de La Palmita el jueves 24 de abril 1919, desestimando a un lado los rimbombantes panegíricos de sus áulicos, sólo quiero referirme al año 1917 para tratar de ilustrar cuál fue el poder férreo y opresivo de Eustoquio.
Me refiero a este año, porque en tal lapso llegó la magnitud, la sacralización y el culto al gobernante a tales extremos, que todo hizo que se declarase a don Eustoquio por la Honorable Asamblea Legislativa en las personas de sus Diputados Plenipotenciarios de los Distritos “Hijo Benemérito del Táchira”.En efecto, aquellos parlamentarios Considerando: “Que el general Eustoquio Gómez, Presidente Constitucional del Estado, con su fecunda y prodigiosa actividad en pro de sus gobernados, y con su intachable pulcritud en el manejo de los caudales públicos ha encaminado el Táchira por la amplia vía del engrandecimiento y prosperidad; Considerando: : Que la gratitud y admiración del Estado para con tan meritorio compatriota, debe ser fielmente interpretada por esta Asamblea, Acuerda: Artículo 1 °.- Declarar, como en efecto declara, al ciudadano General Eustoquio Gómez HIJO BENEMERITO DEL TACHIRA, como sanción justa y merecida a sus relevantes virtudes públicas con que se ha distinguido en la Primera Magistratura del Estado” Firman a tres de marzo de 1917 Los Diputados Plenipotenciarios de los Distritos, presididos por el Dr. Ramón E. Vargas, autor de la letra del Himno del Estado. Secundan la firma del Presidente de la Asamblea Ramón de la Cruz Torres, Alfredo Colmenares Pacheco, A. Sánchez C., Horacio Chacón, P. León A., J. Antonio Navarro, Clemente Manucci, Arturo Omaña, P. A. Cárdenas Arellano,Teófilo Velasco, Aurelio Useche, J. Gilberto Guerrero, Arcángel Lupi, Pbro. Gabriel Gómez, Maximiano Casanova, Eloy Montenegro y el Secretario Carlos Luján.

Para comenzar, en la Asamblea Legislativa que se instala el 20 de febrero de este año no se ven caras nuevas en relación con los anteriores períodos constitucionales. Ya para este año están bien definidos los personajes que disfrutan del apoyo y consideración de Eustoquio, si es que se puede decir que Eustoquio guarda consideración por alguna persona. El 23 de febrero Eustoquio presenta su rimbombante mensaje a la Asamblea Legislativa. Se nota en su fondo y forma la idea y mano de sus áulicos Antonio Rómulo Costa, Heliodoro Ocando y Pedro León Arellano. En la Sección Política del mencionado Mensaje, Eustoquio expresa: “Felizmente extinguidas en el país las divisiones banderizas, aniquilados los odios de partido, puestas en fuga por la moralidad de las masas las pasiones que en otros tiempos las mantuvieron en zozobra, mi labor política ha tenido por lema la unión y por tendencia la paz digna de que disfrutan los pueblos. Esta conquista de la Causa de Diciembre para la sociedad venezolana, que la redime de tan profundos quebrantos y que la presenta ennoblecida y fuerte para la lucha que la civilización reclama, es legado precioso que debemos conservar como tesoro inagotable de donde irá tomando profundidad y vida el alma de la nación. Es genuino pensamiento que ha visto realizado el general Juan Vicente Gómez que es blasón de gloria y orgullo de su nombre. Se ha convertido en consigna para todos los leales servidores, en pauta ineludible para los que presidimos las entidades federales. Es ferviente aspiración del ciudadano quien ha encontrado en la seguridad individual la garantía de sus intereses y el bienestar de su hogar. Son tributos de paz para el hombre laborioso que cultiva el surco con el sudor de su frente y con el ejemplo fecunda el porvenir de la patria.
A los gobiernos sólo toca custodiar ese derecho sagrado que no es gracia que se concede ni merced que se otorga, sino el patrimonio del hombre que se agita en el cumplimiento del deber. Y yo he tenido la entereza que ha sido necesaria para que no se vulnere el precepto que ordena el respeto a los fueros del ciudadano. Esa ha sido la norma de conducta que he llevado en la acción oficial, porque ya no es la política el campo a donde puedan llegar los luchadores armados con la calumnia y la intriga, para alcanzar prerrogativas, sino que ella es balanza de equidad donde sólo el mérito triunfa y en la cual pesa más la frase sencilla del labriego honrado que el ditirambo de los perpetuos aduladores.”
Y allí están todos los Diputados Plenipotenciarios de los Distritos del Táchira oyendo electrizados y sumisos como mágicas antenas receptoras magnetizadas por lo augusto y solemne del momento y del mensaje que verbaliza el doctor Pedro León Arellano.
Este año de 1917, como ninguno otro, revela el poder de don Eustoquio. Ni la represión de 1919 cuando el atentado del jueves 24 de abril en La Palmita, ni la procesión desde la Plaza Bolívar hasta la Catedral bajo el palio de Monseñor Tomás Antonio Sanmiguel el 25 de noviembre de 1923, ni ningún hecho o momento retratan como este año el poder soberano del mandatario. ,
“Pronto se irá a Maracay a hablar con el Benemérito. Sólo Dios sabe los fines de este viaje de Eustoquio a Maracay. El ansia de poder le atolondra cada vez más. Se comenta que frecuentemente don Eustoquio dice: “El manda allá y yo mando aquí” Se hace necesario ir a ver personalmente cómo vive el Benemérito y quienes le rodean. Hará un gran sacrificio. Estará en medio de Ministros, de jerarcas y adulantes. Sí, pero es necesario este viaje para saber a quien puede retener y a quienes deberá desplazar cuando él mismo tome las riendas del país. Porque Eustoquio Gómez sueña en la peor desgracia para Venezuela. Aspira llegar a ser Presidente de la República, el sucesor del Benemérito
Esta ausencia durará hasta el 17 de Julio. A su egreso es recibido como un Dios desde Palo Grande hasta su casa del Parque Sucre. Encuentra abiertos los brazos de todo un pueblo que lo proclama jubilosamente como la Asamblea Legislativa Hijo Benemérito del Táchira. Es el recibimiento que prodigó Roma a Julio César a su regreso triunfante de las Galias. ¿A que más puede aspirar un mísero mortal?
Se hacen necesarias estas digresiones para comprender la mentalidad traicionera e inesperada del año 1925. Se hacen necesarias estas digresiones porque una mentalidad histórica puede sobreponerse a otra. Así se puede deducir considerando la historia de las mentalidades en este año singular de la vida tachirense.
Hay que entender la mentalidad social y psicológica de lo que pasó en esta ocasión. Porque, estando las cosas como han sido expuestas ¿Quién era capaz de sacar a Eustaquio Gómez del gobierno del Táchira?

La debacle del poder

Sin embargo, para 1925 ya se habían movido los hilos del Doctor Francisco Baptista Galindo. El general Juan Alberto Ramírez, de humilde cuna de San Antonio, era un gran político. En su juventud había sido zapatero y músico y. como tal, formó parte de la Banda de Músicos de Rubio donde se encontraba radicado. En mayo de 1899 se unió a las filas de la Revolución Liberal Restauradora, donde sirvió como Jefe Auxiliar del Batallón Junín. Fue Jefe Civil y Militar del Distrito Junín del Estado Táchira en abril de 1900. Se destacó en las campañas de 1901 y 1902 contra la Revolución Libertadora. Ya bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez fue designado Comandante de Armas el 4 junio de 1910. Era el prototipo del hombre de confianza del régimen gomecista. Juan Alberto Ramírez fue Presidente progresivo de varios estados en forma continua desde 1918. En 1925 se encontraba de Presidente del Estado Nueva Esparta cuando fue llamado por Juan Vicente a presentarse en Maracay. El zorruno Benemérito le dio todas las instrucciones. Había resuelto sacar a Eustoquio del Gobierno del Táchira y lo había escogido a él como nuevo presidente. Todo debía hacerse con el mayor sigilo y reservas. Debía partir para San Cristóbal con dos oficios. Uno de información para el general Pedro Alcántara Leal, Jefe de Armas del Táchira, y el otro para Eustoquio Gómez, que era el oficio de su propia destitución. Debía tomar camino como un modesto transeúnte y le estaba prohibido hablar con nadie. Era conveniente llegar a pensiones humildes en el camino, por ejemplo en Tovar, a la pensión que quedaba en la Plaza El Añil. En el Cobre saldría a encontrarle el general Pedro Alcántara Leal a quien le entregaría el oficio en el cual se comunicaba que él era el nuevo Presidente del Estado. Era el oficio de información. Al llegar a San Cristóbal le entregaría el otro oficio a Eustoquio, el oficio de su propia destitución y cambio de mando. Inmediatamente Juan Alberto Ramírez se encerraría en el Cuartel Urdaneta, de donde no debería salir por ningún concepto. Los dos hombres se arrodillaron y oraron ante una sagrada imagen que les haría el milagro de que pudieran sacar a Eustoquio y de que todas las cosas salieran bien. Juan Alberto siguió una a una las instrucciones de Juan Vicente. En San Cristóbal llegó al Hotel América de doña Evarista Vega y desde allí llamó a Eustoquio, informándole que tenía un oficio del Presidente de la República para él. Eustoquio fue al Hotel América, leyó el oficio y se preguntó: “ ¿Anhjá! Como que con estas se tenía el general Gómez’ ? y se despidió. Juan Alberto Ramírez de seguidas se internó en el Cuartel Urdaneta cuyo Comandante de Batallón era el coronel Florencio Chacón. Horas más tarde se presentó Eustoquio al cuartel en forma imperiosa acompañado de una gran comitiva de carros con intenciones de entrar al cuartel. Se le respondió a puertas cerradas desde adentro que no se le podía abrir las puertas a nadie. Que tal era la orden del general Pedro Alcántara Leal, Comandante de Armas del Estado.
Un odio lacerante y poderoso se apoderó del ánimo vencido del general Eustoquio Gómez. Las sonoras y secas voces que procedían del interior del Cuartel le anunciaban, como ecos de ultratumba, el final de su mandato. A Eustoquio no le quedó más remedio que someterse. La parte legal de este drama está sintetizada en la presente Acta de Transmisión de Mando: “En la ciudad de San Cristóbal, a primero de julio de mil novecientos veinticinco, siendo las nueve de la noche y presentes en el Salón del Despacho del Ejecutivo del Estado, los ciudadanos generales Eustoquio Gómez, quien ha venido ejerciendo la Presidencia Constitucional del Estado, y Juan Alberto Ramírez, nombrado por Decreto Ejecutivo del Presidente Constitucional de la República de esta fecha, Presidente del Estado Táchira, y ,cumplidas todas las formalidades legales se procedió a la transmisión del poder, la cual tuvo lugar con la mayor armonía, en presencia de una numerosa y selecta concurrencia. Leída la presente Acta, en constancia de estar conformes, firman ante Testigos: EUSTOQUIO GOMEZ, JUAN ALBERTO RAMIREZ, TOMAS ANTONIO, OBISPO DE SAN CRISTOBAL, P. ALCANTAR LEAL, FERNANDO ALVAREZ, PEDRO LEON ARELLANO.”
El día 16 de Julio de este año 1925 se marchó el General Eustoquio Gómez de San Cristóbal. El Presidente Juan Alberto Ramírez fue a acompañarle en su salida para Maracaibo. Después emprendería el general derrocado la jornada de exilio voluntario en Curazao. Dejaba prácticamente terminados La Casa Municipal, hoy Palacio de los Leones y el Hospital Vargas. Dejaba la Carretera Central del Táchira, el Acueducto, el Palacio Episcopal y la calles de San Cristóbal empedradas y con un porte digno de calles de ciudad. Y veía a su despedida las puertas horrendas de la Cárcel publica de San Cristóbal ya casi abiertas, la Cárcel horrenda donde habían ocurrido tantas injusticias, tantas muertes misteriosas y tantas torturas interminables.
El Táchira había sido redimido del más cruel y dantesco de los infiernos.

LA CARRETERA TRASANDINA

Antecedentes.

Durante La época de la colonia y durante el transcurrir de todo el siglo XIX y la cuarta parte del siglo XX, el Táchira, y con él su esperanzada ciudad de San Cristóbal había permanecido en el olvido y aislado del Mundo.
Lo primero que se conoció fue solamente la Villa de San Cristóbal en el Valle de Santiago. Por Real Cédula del 27 de mayo de 1717 determinó el Rey Felipe V crear el Virreinato del Nuevo Reino de Granada al que se le dio por territorio y jurisdicción las Provincias de Santa Fe, Nuevo Reino de Granada, Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Caracas, Antioquia, Guayana, Popayán y las de San Francisco de Quito con todo lo demás y términos que en ellas se comprendían.

En 1777 apareció una gran institución que se llamó “Gran Capitanía General de Venezuela”, en la cual estaban federadas varias provincias sustraídas al Virreinato del Nuevo Reino de Granada, con institución política y militar propia. Los Gobernadores de éstas quedaban despojados de sus atributos militares, sosteniendo que al estar bajo el mismo intendente, un Capitán General y una Real Audiencia se llegaba a la unidad jurídica que amalgamaba por vez primera a las entidades que antes dependían de distintas audiencias.
Pero la villa de San Cristóbal, en este largo transcurrir quedaba montaña muy adentro. Estaba tremendamente distante de las dos capitales, primero de la del Virreinato, Santa Fe de Bogotá. Segundo, de Caracas, la capital de la nueva Capitanía. Este tremebundo aislamiento de casi cuatro siglos fue muy duro para San Cristóbal que a pesar de tanta desolación llegó a imponerse ante las dificultades.
Por tanto, como expresamos, la capital del Virreinato de la Nueva Granada primero, y luego la metrópoli en la Capitanía General de Venezuela se perdían en las brumas de las soñadas lejanías. Por otra parte, era un lujo para los sancristobalenses conocer el mar con toda la inmensidad de sus maravillas y encantos. Macizos infranqueables de montañas lo impedían. Y mas aún , era un milagro poder viajar a través de las montañas como lo hizo don Miguel de Santiesteban a mediados del siglo XVIII Era un milagro navegar los ríos Zulia Catatumbo y Uribante infestados de fieras e indios belicosos. Milagro alcanzar la lejanía del Lago de Maracaibo, así como ganar la distancia del Orinoco. A este milagro sólo podía apelarse en casos de muchísima emergencia.. El Táchira estaba aislado del mundo y este aislamiento incidió en su Psicología. El Tachirense era introvertido, muy cordial con los suyos y unido por necesidad a sus vecinos; huraño, desconfiado, ahorrativo, profundamente religioso y con un extraordinario sentido de propiedad y reacio a cualquier innovación y cambio violento de vida. El tachirense no tenía más en quienes confiar. Debía depender de sí mismo.

FACTIBILIDAD Y EJECUCIÓN

Los restauradores habían ganado la ruta Capacho-Caracas desde el 23 de mayo al 21 de octubre de 1899. Un pasajero corriente tenía que ir a lomo de mula hasta la Uracá, tomar el Ferrocarril del Táchira cuando lo hubo hasta Estación Táchira, navegar por el Zulia, Catatumbo, lago de Maracaibo; dirigirse a un país extranjero como es Curazao y luego embarcarse para Puerto Cabello o La Guaira. ¿Cómo salvar las distancias y las dificultades de lugares tan apartados e inhóspitos? ¿Cómo unir y disponer para el tráfico pequeños retazos de carreteras? ¿Cómo trasmontar los páramos y las llanuras? La obra inaudita fue del General Juan Vicente Gómez y, la construcción de una carretera San Antonio, San Cristóbal- Caracas debía ser una obra que eternizara el día de su natalicio, que era el mismo día del natalicio del Libertador Simón Bolívar, un día como hoy.
El milagro correspondía también de modo singular a un hombre excepcional, tachirense, natural del Distrito Junín y que se avecindó en Santa Ana por un tiempo regular. La obra correspondió al doctor Luis Vélez.
Luis Vélez había nacido en 1860 en las cercanías de Rubio y la aldea Quinimarí, cuya capital fue después Santa Ana. Era agrimensor e ingeniero. Había estado encargado de levantar el 5 de septiembre de 1883 el plano de las “Cien Minas de Asfalto” que constituyeron la concesión de 100 hectáreas otorgadas a Manuel Antonio Pulido para las operaciones de la Compañía Nacional Petrolea del Táchira. A raíz del plan nacional de construcción de carreteras iniciado en 1911, Luis Vélez fue designado Ingeniero Jefe de la Carretera del Táchira e Inspector de Obras Públicas Nacionales. Asumió el cargo de Ministro de Obras Públicas de 1915 a 1922, tocándole supervisar la ejecución de la Gran Carretera de Occidente, mejor conocida con el nombre de Carretera Trasandina, concluida en 1925. En 1905 había construido Luis Vélez un puente colgante rígido sobre el río Quinimarí por orden del general Cipriano Castro, con la finalidad de poder sacar el Café de Santa Ana, primer Municipio productor de este fruto en Venezuela
La Carretera estaba prácticamente terminada. Diario Católico el día 16 de julio nos comenta un paseo que hicieron los alumnos del Colegio Salesiano de Táriba a la aldea Cordero y al Zumbador. En este paseo hubo cordiales palabras entre el Director del Colegio y el nuevo Presidente del Táchira, general Juan Alberto Ramírez. Describe el cronista que “siguiendo el curso de la quebrada Cordera bajo la sombra del cafeto y del guamo, llegamos a la Carretera Trasandina que muy pronto coronará las elevadas cumbres del Zumbador” Y el 10 de agosto el mismo diario, hablando del puente internacional que ha de construirse dice: “ Remate de la portentosa obra de la Carretera Trasandina ese puente prolonga hacia el exterior el progreso de los caminos venezolanos y será cauce por donde crucen, en intercambio eficaz, las riquezas de ambos países cuyos pueblos fronterizos obtendrán innumerables beneficios”.
Estando todo dispuesto se inauguró la Carretera Trasandina desde San Antonio en las márgenes el río Táchira hasta Caracas. La fecha de inauguración fue el 21 de Julio de 1925, según nos lo cuenta el Dr. Luis Hernández Contreras en una sucinta crónica sobre Monseñor Tomás Antonio Sanmiguel. Se inauguró en el hermoso paisaje de Mesa de Laura, airosa cumbre que remata las famosas y conocidas “Vuelas de Salomón”.
La carretera permitía un viaje al comienzo de cinco días, que a medida que la vía se fue perfeccionando se acortó a cuatro y tres días. Pero era de todas maneras una gran proeza ir a Caracas! Sólo las personas ricas podían hacerlo. ¡Conocer la capital de Venezuela con tanta historia! Conocer la Casa Natal y el Panteón Nacional! ¡ Conocer Miraflores, el Congreso Nacional, la Casa Amarilla, la Catedral y la Plaza Bolívar! Sin embargo la aventura era de consideración y los peligros incruentos. Como nos relata Nemecio Parada, “Desde El Palito hasta San Felipe había que atravesar una gran selva apenas interrumpida por Urama; la gran fundación ganadera que en medio del bosque estableció el General Félix Galavís. Después, entre Barquisimeto y Carora, se recorría ochenta kilómetros por el cauce mismo de una quebrada que inesperadamente crecía, se desbordaba y arrastraba todo cuanto encontraba a su paso. Los Llanos de Monay con sus nubes de zancudos y sus fiebres mortales eran una terrible amenaza. Y luego el ascenso a los páramos, al borde de abismos escondidos entre la neblina. Eran tres los Páramos: el de Mucuchíes, el de La Negra y el del Zumbador. Y eran muchos los pasajeros que sufrían de mal de páramo, enfermedad que muchas veces adquiría una alarmante gravedad. Los viajeros procuraban salvarse de este mal llevando buenas cobijas, comiendo mucha panela y bebiendo abundantes tragos de aguardiente.
“A lo largo de la carretera se encontraba siempre cuadrillas de trabajadores ampliando la vía, sacando de apuros a los vehículos y pasajeros.” Esta Gran Carretera Trasandina, como el Palacio de Los Leones de San Cristóbal se construyó con la argamasa regada con el sudor sanguinolento de los presos sacados de las cárceles.
Pero sea como fuere la Carretera estaba hecha y el Táchira salía de su aislamiento. Ahora era fácil, cosa de cinco o seis días, llegar a La Guaira y tomar un barco a Nueva York y Europa. Claro que esto sólo podían realizarlo las personas pudientes. Pero con el tiempo el traslado se haría más común Viajeros irían y viajeros vendrían, al comienzo pocos, después muchos.
Hoy se celebra ochenta años de este aconteciendo. En estas ocho décadas se han sumado el sistema de transporte aéreo, la Carretera Panamericana de 1955 y la Carretera de los Llanos de 1968. Ya no estamos aislados, es verdad. Podemos decir que estamos en todo el mundo y que todo el mundo viene a vernos a nosotros; todo el mundo: norteamericanos, europeos, chinos y japoneses. Pero con estas facilidades hemos venido perdiendo la hermosa y peculiarísima parte de nuestra identidad, la hermosa parte de nuestra andinidad, como decía y cantaba Eloy Galavís al rumor de las Brisas del Torbes la década de los ochenta del siglo XIX. Ya no somos andinos, somos ciudadanos venezolanos y empezamos a ser ciudadanos de todo el mundo.

PASO DE LOS ASILADOS

Gran don de Dios el volver a la patria después de tantas ausencias, tantas penurias y pobrezas. Este acontecimiento marca un cambio total de un mundo a otro: del ostracismo de la persecución, la tristeza, la añoranza, la desolación y la pobreza al universo de la alegría, del calor familiar y de la prosperidad del amado terruño. El gobierno de don Eustoquio Gómez había sido el gobierno de un mundo de terror, de opresión, de desgracias, de oprobios y de ausencias. Ahora llegaba el aleteo de la libertad y de la redención ciudadana. La época del terror había terminado

El Mesías


El artífice humanitario de este acontecimiento excepcional en la historia del Táchira, fue el doctor Francisco Baptista Galindo. Verdad que el 5 de diciembre de 1924 había muerto el general Cipriano Castro y por lo tanto no había amenaza que pudiese repetir su hazaña invasora de 1899.Por ello, desde esta fecha ya no sería necesaria la presencia de Eustoquio en el Táchira.

Pero Francisco Baptista Galindo, aprovechándose de su condición de Secretario de la Presidencia de la República, influyó humanitaria y noblemente para que el Benemérito General Juan Vicente Gómez abriera la frontera con Colombia y las cárceles donde purgaban condena multitud de tachirenses. Francisco Baptista Galindo había nacido en San Cristóbal el 26 de agosto de 1880. Educado en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús de la Grita, había sido Secretario Privado del Benemérito en Maracay y luego Ministro de Relaciones Interiores. En 1924 había pedido la libertad de todos los presos políticos en ocasión del Centenario de la Batalla de Ayacucho. No fue oído entonces. Ahora era Secretario General de Gobierno y tenía a su favor los leales servicios que había ofrecido al Benemérito. Por ello pudo lograr la amnistía que permitiría regresar a su patria a 20.000 exiliados. En 1927 lograría la libertad de todos los presos políticos y el cierre de las tenebrosas cárceles de La Rotunda, El Castillo Libertador y el Castillo San Carlos del Zulia

Pequeñas causas, destierros inauditos

Todas estas personas asiladas y todos los presos del Castillo San Carlos habían perdido su libertad sólo por cosas triviales en contra del régimen. Por ejemplo, por asuntos como haber quebrantado el monopolio que tenían los Gómez de venta de carne, sal y aguardiente. O bien, porque tenía que asilarse toda la familia para salvar el honor de sus hijas de la codicia sibarita de Simón Gómez, una de las figuras más siniestras del gomecismo. Siempre cuando se oía la bocina del carro de Simón Gómez en la calles de San Cristóbal, las familias se encerraban aterradas en sus casas porque sabían que un horrendo y desastroso allanamiento, seguido por una injusta prisión iba a ocurrir. Para dar un ejemplo del asilo obligado por estas injusticias, se citará el asilo del General Maclobio Prato. Los Prato eran unos hermanos decentes, trabajadores y ricos que poseían su opulenta Hacienda Paramillo sede hoy del Museo del Táchira. El general Maclobio había nacido en Santa Cruz de Mora, donde estaba casado con la señora Digna Márquez de Prato. Había llegado a ser Jefe Civil de su pueblo. Eustoquio le telegrafío desde San Cristóbal para que hiciera preso, al pasar por Santa Cruz, a un sacerdote viajero, que debía acercarse por allí y que era enemigo del Régimen. Maclobio Prato no sólo acogió hospitalariamente en su casa al sacerdote sino que le dio cabalgadura y le hizo otros beneficios.. Esta acción le merecería recibir una alta condecoración del papa Benedicto XV. Maclobio se vino con su familia a residir en San Cristóbal y se instaló en su rica Hacienda de Paramillo. Fueron tantos los abusos y las persecuciones contra todos los hermanos Prato por la acción de Maclobio, que éste y sus hermanos tuvieron que asilarse. No se les dio siquiera tiempo de recoger sus cosas y a pie y descalza tuvo que salir la familia de la Hacienda Paramillo para Cúcuta.
Desocupada la Hacienda Paramillo por sus dueños, Eustoquio se apropió abusivamente de ella, la usufructuó y la tomó como sitio favorito no sólo para descasar, sino para instalar allí uno de sus despachos.

El paso del retorno

El primer grito clamoroso de libertad y júbilo que prorrumpen los asilados que retornan a Venezuela, tiene lugar en San Antonio del Táchira. Allí encuentran los desterrados a la Comisión Presidencial de Recepción que ha nombrado expresamente Juan Vicente Gómez para que lo representen en tan magnánima ocasión. Esta Comisión está compuesta por el Sr. Dr. Rafael González Rincones, el Sr. Dr. Samuel Niño, el Sr. Dr. Vicente Dávila, el Sr. Dr. Isaías Garbiras y el Sr. Br. Carlos Pirela Root, todos elementos de la más alta reputación y valía de la República en la política, las ciencias y las letras. Al llegar al Táchira estos altos emisarios han sido declarados “Huéspedes Ilustres de la Ciudad de San Cristóbal”.
El Excelentísimo Sr. Tomás Antonio Sanmiguel ha cantado el día 24 de julio un solemne Te Deum en la Iglesia de la Villa Heroica. Con un elocuente y sentido saludo pontifical bendice a los venezolanos que regresan. Allí en San Antonio se ofrece un banquete de 300 cubiertos. En el banquete habla el doctor Pedro León Arellano. La gran reunión tiene lugar en la Plaza Bolívar. El Discurso de Recepción es pronunciado por el Dr. Vicente Dávila. Contesta – a nombre de los exiliados que regresan – el Dr. Abel Santos con un corto discurso de salutación y regocijo, el cual por su brevedad no quiere prolongar la expectación del retorno, pero que sintetiza los más profundos sentimientos de júbilo al volver a la tierra amada.
El doctor Abel Santos, una vez en su tierra llegará a ser hombre de confianza del Benemérito quien le asignará el alto cargo de Procurador General de la República. El es el padre del doctor Fulgencio Abel Santos y de doña Martía Santos Stella de Sánchez.
En el acto de San Antonio también hablan el general Matías Peñuela y el Sr. Rodolfo Faccini en representación de la Cámara de Comercio de Cúcuta
En cuanto a la llegada a la capital, Diario Católico reporta el lunes 27: “Bellos, de una belleza incomparable fueron en San Cristóbal los actos de entrada del 24 en la noche y del día 25 también a la misma hora. Y fueron grandiosos no solo por la magnificencia del desfile, sino por la hermosura del aspecto moral. El desfile, casi interminable de la enorme sucesión de automóviles en medio del deslumbrante y fervoroso entusiasmo popular, las detonantes salvas, los gritos de ovación, los alegres acordes de la música, todo contribuía a la grandiosidad del momento y a la hermosura del espectáculo. Bien cabe la palabra sublime como calificativo de actos semejantes y muy bien dicen ellos de la generosidad de los sentimientos del pueblo que los exterioriza. Así entendemos el espíritu cristiano y tal es el concepto que tenemos nosotros de lo que es civilización. ¡Bien haya el noble y generoso pueblo que así se manifiesta”.
Entre la gente que regresa el periódico señala al general Pedro María Cárdenas, Marcelino Cárdenas, Patrocino Peñuela, Rosario González, don Jesús Figueroa, Nemecio Morantes, el coronel don Aníbal Sánchez, y don Antonio García. Regresa el señor general don Ovidio Salas, a cuyas señoritas hermanas Diomira, Marianita y María Salas se felicita por el retorno de su querido hermano. Vuelven a sus hogares los señores don Elbano, don José María, don Alejandro, don Francisco, don Roberto y don César Fossi. Regresa el señor Arnoldo Prato, hijo de don Ruperto Prato. También pasan los señores Manuel Maldonado y Jóvito Escalante.
Recapitulando, entre los tachirenses que tuvieron la dicha de regresar a su querida tierra después del más largo y doloroso exilio hay que citar los siguientes:
Pasó el doctor Eduardo Eliécer Santos, hermano del doctor Abel,. hombre público en el Táchira, entidad que le recuerda como uno de los Presidentes del Concejo Municipal de San Cristóbal.
Pasó el general Pedro María Cárdenas, hombre clave del castrismo a la hora del inicio de la Revolución Rehabilitadota. Más luego reemplazaría al general Juan Alberto Ramírez el año 1929 en la Presidencia del Estado Táchira. Fue también Gobernador del Estado Sucre.
Pasó el general Marcelino Cárdenas Zambrano, quien llegaría a ser Jefe Civil del Distrito San Cristóbal. Con él pasaron sus hermanos Numa, Ismael y Marco Aurelio y Simón Cárdenas Zambrano
Regresaron los hermanos de Cipriano Castro, tan odiados y temidos, y que eran Rafael, José Manuel, Miguel Angel, Román y Víctor Manuel Castro..
Pasaron también Lino Delgado y el general Elbano Fossi a quien se recordaba mucho en San Cristóbal porque era el encargado de hacer las cercas de la Plaza de Toros. Pasó Roberto Fossi, hijo de Elbano, famoso por sus insurrecciones contra don Eustaquio, especialmente por la insurrección del 30 de septiembre de 1920 contra el general Evaristo Gómez. No tuvo mucha suerte el coronel Roberto Fossi, pues fue a morir en Guasina.
Pasó el general José Antonio González, que fue nombrado Jefe Civil de Táriba y luego comandó las fuerzas que se encargaron de perseguir al general Juan Pablo Peñaloza en su invasión del año 1931.
Por cierto que hay un hecho digno de recordar.
Estando Juan Pablo Peñaloza en el sitio de la Trampa, solo y enfermo, sentado frente a una quebrada, una tropa al mando de un soldadito de nombre José de Jesús Peñaloza, que pertenecía a las fuerzas de general Arcángel Lupi, que había llegado a Pregonero por la vía de la Grita, hizo preso a Peñaloza. Poco después llegó al sitio el general José Antonio González, con fuerzas de Táriba y San Cristóbal, y pasando por encima de su Jefe Marcelino Cárdenas Zambrano, le arrebató el ilustre prisionero al oficial de Arcángel Lupi. Incontinenti se dirigió José Antonio González a Pregonero con el preso e inmediatamente telegrafió al general Juan Vicente Gómez, anunciándole que él acababa de hacer preso a Peñaloza. Esta acción traidora le valió la Gobernación del Estado Táchira a José Antonio González. Peñaloza fue conducido vía la Grita a San Cristóbal, donde fue recluido en la Cárcel Pública. De allí fue llevado al Castillo Libertador de Puerto Cabello donde murió. Por tanto, primeramente ocupó el general José Antonio González la Secretaría General bajo la Presidencia del general Pedro María Cárdenas; después se encargaría de la Presidencia en su carácter de Secretario General de Gobierno del General Pedro María Cárdenas y luego ascendería a Presidente del Estado Táchira, cargo que ocupaba en 1935, cuando murió el general Juan Vicente Gómez Quiso continuarse en el poder pero fue rechazado por el pueblo .El general José Antonio González fue casado con Alejandrina Colmenares. Ellos son los padre de Toto González, Ricardo González, Heriberto González y Clarita Gonzáles, entre otros. Clarita González Colmenares es la viuda del Dr. Alberto Díaz González.
También de Táriba pasaron como asilados los cuatro hermanos Pacheco Moreno: Miguel, Rodolfo, Julio y Rafael. Los otros dos hermanos Francisco y Enrique no vivieron las penas del exilio. Don Miguel Pacheco, después del paso de los asilados, siguió viviendo en Cúcuta donde estaba casado con doña Filomena Melgarejo. Ellos fueron los padres de Luis Eduardo Pacheco, a quien la historia venezolana debe tantos aportes y de Miguelito Pacheco. .Miguelito Pacheco casó con una señora Jaramillo, de donde vienen los hermanos Pacheco Jaramillo, uno de ellos, Jaime Pacheco Jaramillo ha sido arquitecto del Centro Cívico. Rodolfo Pacheco Moreno también se quedó en Cúcuta, y allí fue casado con la señora Martina González, de cuya unión vienen los Pacheco González, de los cuales vivió mucho tiempo en el Táchira Lucio Pacheco González, casado con Fulvia Marciales, hermana de don Martín Marciales Moncada, la que le sobrevivió. Julio Pacheco Moreno se vino después de la amnistía al Táchira. Ya era casado con Elvira Cárdenas, tía del Dr. Alerto López Cárdenas, Miembro Honorario de esta Academia. Ellos fueron los padres de Julio Pacheco Cárdenas y su hermana Ernestina. A su vez Julio Pacheco Cárdenas fue el esposo de Ilia Rivas Espinel de Pacheco Cárdenas. Julio e Ilia procrearon a Julio Pacheco Rivas, un gran pintor muy apreciado en Caracas y París.
El cuarto Pacheco Moreno fue Rafael Pacheco, casado con Rosalía Jaimes de Pregonero. Ellos son los padres de, entre otros, doña Tula Pacheco Jaimes, Hija Ilustre de Táriba, y esposa de Gustavo Colmenares Fossi.
Personas prominentes de la Ciudad Pontálida que volvieron a su patria en este paso de los asilados fueron los nubienses generales Matías Peñuela y Patrocinio Peñuela.. El general Matías Peñuela, después de la amnistía fue el individuo que hizo casi todas las compras de las haciendas para el Benemérito y se desempeñó como Administrador de estas haciendas en Rubio.
De Santa Ana regresaron a su ciudad natal don Efraín Rodrigo Chacón, nieto del fundador de la ciudad, don Martín León Romero, emparentado con la vieja familia Martínez y Efraín Molina Palma, tío materno de este Cronista. Ese día representó un gran júbilo para la comunidad de Córdoba. Salió expulsado, atropelladamente, y al destello de miles de morteros y volares el cruel e intransigente general Ramón Márquez, que desde San Pedro del Río había ido a azotar esa colectividad por espacio de cinco años.
De Colón pasó el general Constantino Pérez, que con el tiempo llegaría a ser nombrado Jefe Civil del Distrito Ayacucho en sustitución del general Rafael Pacheco. Desde Lobatera regresarían los Hermanos Casanova Vivas quem eran tres: Amable, Fausto y Julio También pasaron Amable Rondón y el señor Marcos Mora,de LÑas Minas de Lobatera.



De San Pedro del Río pasó don Florencio Morales, apreciable caballero que junto con su familia había sufrido arbitraria presesión.
En la Grita figuran otros asilados entre los cuales hay que citar a los generales Domingo y Arcángel Lupi. Por cierto que hay una anécdota muy elocuente del general Domingo Lupi. Según Aníbal Velasco, Individuo de Número que fue de esta Academia, Jesús María Jaimes, cedralero, fue empecinado y abusivo Jefe Civil de Capacho. Allí cometió una serie de desmanes con muchas personas, entre ellas el maestro José Rodríguez, herrero de profesión y tío del profesor Luis Ernesto Rodríguez Durán, Cronista de Capacho y del doctor Gerson Rodríguez Durán, notable abogado de San Cristóbal muy apreciado en la Academia Nacional de la Historia y en la Academia Nacional de Ciencias Políticas y Sociales. De Capacho fue trasladado el abusivo funcionario Jesús María Jaimes a Jefe Civil de la Grita, cargo que desempeñaba para la fecha de la amnistía.. Allí había sido un mandatario funesto cuya actuación se caracterizaba por una serie de arbitrariedades, abusos y atropellos contra las personas y contra los bienes de los ciudadanos.. Fue un verdadero abusador de la autoridad que representaba. Prevalido de esta autoridad se apropiaba de los bienes ajenos e imponía multas y contribuciones ilegales con los fines del exclusivo lucro personal. Para hablar claramente con ejemplos, solía arrestar injustamente a las personas el día que éstas más necesitaban dedicarse a su trabajo.
En la Grita se apropió de la finca de caña de azúcar del general Domingo Lupi en las proximidades del Cobre. Hacía esto el mandatario aprovechándose de las circunstancias de que el propietario legal de la finca se encontraba asilado en Colombia por pertenecer a las huestes peñalocistas Por cierto que Domingo Lupi supo desquitarse de este abuso. Una vez caído José María Jaimes después de la amnistía de 1925, tuvo que salirse de la Grita ante el jubiloso destello de alegría de los voladores y morteros, e ir a residenciarse en Táriba. Domingo Lupi mientras estaba en el exilio había tenido encargado a un Administrador con cautelosas reservas, para que le observase la finca y llevase minuciosa cuenta de los pasos dados por el abusivo Jefe Civil. Por ello, provisto de una lista cuidadosamente elaborada por el administrador en la que figuraban todas las cargas de panela que el mandatario había vendido en su ausencia, se presentó a Táriba a la casa del ex Jefe Civil acompañado de dos hombres de su entera confianza y bien armados.
General-le increpó- vengo por el precio de todas estas cargas de panela que Ud. vendió y usufructó durante mi ausencia en la finca mía”.-Jesús María Jaimes se altivó y se negaba a reconocer pago alguno. Entonces Domingo Lupi le dijo lo siguiente:”Si no paga Ud. dese por muerto”.Al general no le quedó otro recurso que pagar las cuentas de las cargas de panela.
Al hablar del paso de los asilados del año 1925 hay que hacer referencia al grupo más connotado de los seguidores del general Juan Pablo Peñaloza. Se sabe que los habitantes de las zonas altas parameras del Táchira, eran liberales amarillos consagrados desde los tiempos del general Espíritu Santo Morales y, por tanto, partidarios de Juan Pablo Peñaloza. Generalmente este grupo frecuentemente era congregado por el sute Andrés Colmenares de Michelena, quien fungía de capataz. Ellos formaban un contingente importante que se hallaba exiliado en Colombia. Estas personas, aún cuando furtivamente visitaban por cortos lapsos a sus familias burlando la vigilancia fronteriza, pasaron libremente disfrutando de la amnistía. De Queniquea pasó el general Angel María Salcedo, que había habitado en la región de San Faustino. Con él volvieron a Queniquea El general Baldovino Sánchez, que vivía entre San Faustino y Ricaurte, e igualmente pasaron Rosario Pulido, Severo Salcedo, Eugenio Ramírez, Emilio Carrero, Domingo Molina, Luciano Moreno, Hipólito Vivas y Crisanto Carrero. De Pregonero pasaron Pedro Molina, Roberto Jaimes, Evaristo Barrera, y Nemecio Mora Contreras padre. Del Cobre pasó el general Rafael Moncada, Fernando Gómez, Patricio Contreras, Antonio Rivas, Juan Vicente Gómez, Cesareo Gómez, Bernardino Colmenares padre, el turco José Nogales, Quintín Sánchez, Víctor Sánchez, y Bonifacio Morales. Con ellos pasaron Andrés Moncada de Boca de Monte y Jesús Velasco de Capacho..
La amnistía significaba también la obtención de la libertad por parte de los presos políticos que estaban en las mazmorras de la Cárcel Pública de San Cristóbal y en las ergástulas del Castillo San Carlos del Zulia. Triste espectáculo había sido, durante los abominables once años anteriores, el contemplar, silenciosa y amargamente cómo salían los presos en verdadera y macabra procesión de la Cárcel Pública de San Cristóbal, y seguían el camino de Táriba y Palmira, de a pie, llevando los pesados grillos en sus manos para poder caminar. En la Plaza Bolívar de Palmira solían tomar un breve descanso para recibir una miserable viada. Después continuarían la marcha hasta La Uracá, a fin de subirse al ferrocarril del Táchira y llegar a Encontrados. Así, navegando por el Zulia, el Catatumbo y el Lago, alcanzarían el Castillo San Carlos del Zulia donde su vida se asemejaría a una sombría, solitaria y asquerosa muerte sin fin.
Uno de los que regresaron del Castillo fue el coronel José Rosario Guerrero. Había sufrido nueve años preso en la umbría fortaleza de San Carlos del Zulia. Igual número de años había padecido en la misma prisión horrenda el coronel Nemesio Morantes. Los dos regresaron de El Castillo con la amnistía.

Epílogo

Estos tres sucesos constituyen tres grandes acontecimientos en la historia del Táchira. Tres acontecimientos de los más históricos, de los más significativos, excepcionales y trascendentales de nuestro acontecer en los últimos cuatro siglos y medio del transcurrir tachirense por la historia universal. La libertad había sido alcanzada. Las cárceles abrían sus puertas; los horizontes se avizoraban diáfanos y los caminos insinuantes se trazaban a los cuatro horizontes del mundo.
Estos tres sucesos: la ida de don Eustoquio, la inauguración de la Carretera Transandina y el paso de los asilados cumplen hoy exactamente ochenta años. Por eso esta mañana, cuando vivimos en libertad y democracia, la conmemoración de estas ocho décadas se hace obligatoria, casi ritual. Por ser así, solemnemente celebra en la fecha de hoy estas efemérides la Academia de Historia del Táchira.